China, por supuesto, es el motivo central. Su lengua, su historia, su cultura, su gente, sus ciudades. Una tierra así, preciosa y misteriosa como solo ella misma, abre los ojos y el corazón de cualquiera que tenga el placer de conocerla. El viajar a China, es prácticamente despertar en un sueño.
La finalidad principal de viajar era ampliar nuestros conocimientos generales sobre el idioma, la cultura y China, en general; la experiencia Summer Camp no solo lo consiguió, hizo mucho más que eso. Desde el primer día, el primer paso en tierras extranjeras, el primer respiro fuera del avión, Shanghái nos recibió cálidamente. En su representación estuvieron las voluntarias de la universidad, esperando por nosotros con sonrisas y brazos abiertos. Ellas nos abrieron las puertas a los que serían 20 maravillosos días para 20 maravillosos jóvenes.
Mi concepto de estudiar en verano fue reconstruido por completo. Las clases matutinas de chino pasaron de ser parte del horario a ser parte de la aventura en un parpadeo gracias a Chen laoshi, quien siempre tuvo la iniciativa de enseñarnos un poco más e incluirnos, hacernos parte del lenguaje y el grupo. Por la tarde, las distintas actividades que teníamos a diario nos mostraron una Shanghái, diferente a la que los ojos jóvenes aprecian; histórica e innovadora, simple pero rica en razones. Disfruté cada atracción, museo y taller, incluso los viajes en bus eran interesantes y divertidos. El voluntarioso guía, que nos acompañó durante todo el viaje, nunca se cansó de contarnos sobre la ciudad y mis compañeros becarios, que se convirtieron en amistades que aprecio profundamente, siempre estuvieron contentos de escuchar. Y al caer el sol, las exploraciones nocturnas fueron toda una odisea que nos mostró que el verdadero color de Shanghai es el de una brillante estrella.
Recuerdo especialmente el viaje a Hangzhou que nos consagró como un grupo unido y armonioso. La ciudad creciendo alrededor del espléndido lago y la naturaleza floreciendo junto a los templos. Aquel día tuvimos la oportunidad de sostener y admirar un trozo de la fe china, y todos nos hicimos parte de ella. Puedo decir que fueron vivencias invaluables pero soy consciente del costo y agradezco sinceramente el presupuesto invertido en hacernos vivir China.
Estudiamos, visitamos, interactuamos. Conocimos China desde adentro con actividades programadas y actividades improvisadas. Incluso las pequeñas acciones (pedir indicaciones, ordenar comida, pedir ayuda con fotografías o regatear en los mercados) representaron gran parte de nuestra aventura de aprendizaje y nos llevaron a hacer más amigos. Lo hicimos todo como solo becarios SISU hubieran podido, y fue magnífico.
Sin lugar a dudas, la experiencia SISU Summer Camp marcó en mi vida un punto de inflexión. Ahora que he visto el otro lado del mundo, puedo decir que mis ganas de conocer no han hecho más que incrementarse y que ninguno de los jóvenes que partió aquel viernes 04 de agosto, fue el mismo que regresó.
Estos son los motivos por los que pienso que todos deberían vivir la experiencia SISU Summer Camp, porque todos necesitan sus propios maravillosos 20.